¡ES CACA, NENE!



¡Es Caca, Nene!


            La inmensidad del cuarto te deslumbra. Miras de aquí para allá, anonadado, con la mirada perdida en el infinito de esa habitación. Te sientes disminuido ante la gigantez de esa pared blanca enfrente de tu oprimido Ser. La recorres milímetro a milímetro con la mirada, de arriba abajo, sin perderte el más minúsculo detalle. Y de repente, tus sentidos se alertan, tus enormes ojos pardos se vuelven planetas ante tamaña tentación, la adrenalina fluye disparada por tus venas. ¡Es que ahí está!, a tan pocos centímetros de vos, esa brillante cajita de plástico con dos infinitos agujeros negros en el medio. Sabes que hay algo ahí que vive, porque ves a todos los integrantes de tu familia poniendo cosas y ves como estas hacen bochinche de las cosquillas que eso les produce. No puedes aguantarte más, tu cuerpo ya empezó a movilizarse: mano y rodilla izquierda primero, pero luego perdiendo terreno ante el avance del ala derecha de tu cuerpo, una y otra vez sucesivamente hasta que te encuentras ahí, a tan solo milímetros de experimentar esa magnífica experiencia que tanto deseabas desde hace meses.  Te encuentras tan hipnotizado por ese objeto, que todos tus movimientos se realizan en cámara lenta. Sientes como tu brazo se levanta muy lentamente, y a medida que se separa de tu cuerpo notas el quiebre de tu muñeca que deja al descubierto el enorme esfuerzo que realiza tu dedo índice para acercarse cada vez más a uno de esos agujeros. Estás ahí, milímetros tal vez de tu más placentera aventura, ya sientes el roce de tu piel con el plástico, tu sonrisa se escapa de tu boca de la alegría que esto te genera, y, de repente y como un súbito estruendo…”¡ES CACA, NENE!”

            No hay nada que disfrutes más que este momento. El estar rodeado de tus amigos y amigas, todos personalidades extraordinarias (de la maestra al policía, de la Mamá al Doctor, de las Princesas a los Príncipes), hace de vos misma una gran persona. Van de aquí para allá, transportando bebé, mascota u objeto que se les cruce en el medio, pero siempre con alegría. Todo es mucho más puro y más sano cuando se vive así, relajadamente sin ningún tipo de preocupaciones. La calidez recubre cada ambiente de este mundo, y la comodidad se apodera de vos. En una de las tantas andanzas, donde se debatía en que lugar debía estacionarse al muñeco, y sin darte cuenta y con toda la inocencia del mundo, te refieres a uno de tus amigos como “boludo”. La palabra todavía no ha salido de tu boca y algo en ti despierta tus emociones. Crees saber lo que te espera, tienes seguridad de que esta vez estarás preparado. Pero no puedes contenerlo. El terror se apodera cada vez más de tus sentidos a medida que oyes esa tan ruidosa y clara voz; tu cuerpo se desvanece; ya no quieres esperar más y sólo deseas que pase este fatídico momento. Sin hacerse desear mucho, llega por fin…. “¡ES CACA, NENE!”.

            Siempre uno termina recordando al primer amor. Pero no el primer amor verdadero, el primer beso o la primera vez...sino ese amor infantil, la persona que simplemente te gustaba. Aquella por la que ibas esperanzado y con ganas a la escuela, y que esperabas a los recreos para jugar con ella a alguno de esos tantos entretenimientos que se inventan con tus amigos y amigas. Eran sus trenzas, su mirada tierna y dulce, su carita hermosa las que te cautivaban día a día. Llegaba un momento en que no podías disimularlo más, y todos tus amigos se daban cuenta de tus sentimientos.  Gastadas por aquí, gastadas por allá, y la eterna insistencia de que le digas finalmente que estás enamorado. Porque cuando uno es chico cree que toda atracción que siente hacia el sexo opuesto es AMOR. Uno termina enamorándose más veces en 5 años de primaria que en toda su vida.  Pero solo hay una vez en el que tienes realmente la oportunidad de estar parado antes esa persona especial para vos, la que te hace cosquillas en el estómago cada vez que aparece; la que te acompaña en tus noches de insomnio y juega con vos a ser felices; la que te emboba, te saca de este mundo, y te transporta a un maravilloso lugar en donde sólo estás vos con su hermosa y placentera compañía. Sin darte cuenta te encuentras ante el momento más importante de toda tu vida: ya harto de reprimir esos sentimientos decides hacer frente a esa situación, enfrentártele cara a cara en un duelo de atracción: la miras a los ojos y te ahondas en tus sentimientos, para poder transmitírselos a ella. De repente, tus manos empiezan a sudar; se seca la boca, no hay aire que pueda penetrar por ese lugar; sientes el repiqueteo de tus nervios en tu interior, recorriendo cada fibra de tu ser. Te invade el miedo. La mente, con sus trucos maquiavélicos, te hace dudar: “¿me dirá que sí?...¿Y si ella no gusta de mi?”. Pánico. Los segundos empiezan a transcurrir, y se transforman rápidamente en minutos. Sus ojos todavía se posan en los tuyos, pero su cuerpo empieza a manifestar un leve fastidio y una agitada ansiedad. De repente, y como nunca antes en tu vida lo habías experimentado, cae en ti como el peso de un martillo, con la violencia de una explosión y la velocidad de una flecha esa voz, nueva, distinta, extraña. No hay boca cerca que pudiera haberla pronunciado. Algo hizo presión en tu mismísimo Ser y, con el envión del triunfo, hace retumbar en tu cabeza: “¡ES CACA, NENE!”
            El difícil paso de la adolescencia a la “adultez”. Ya se hizo hora de que empieces a tomar tus propias decisiones, que empieces a poner los primeros ladrillos de TU propia vida. Aún sin entender e ignorando las razones que te llevan a desprenderte de esa etapa tan hermosa de tu vida, en donde todo era alegría y diversión junto a tus amigos, recorriendo kilómetros juntos, compartiendo días enteros de compañía, y en dónde el mayor problema que te hacías era engrosar el contador de mujeres que han decidido pasar, aunque sea una vez, por el túnel de tus sábanas, decides continuar una carrera universitaria. No logras entender realmente la importancia que dicha obligación amerita, pero simplemente es algo que todos te vienen preguntando desde hace años, es el famoso “¿Qué vas a hacer cuando seas grande?” y, casi sin pensarlo realmente, decides comenzar a estudiar. Los meses corren pero vos seguís en el mismo lugar en donde empezaste, tratando de conseguir explicaciones sobre tus actos, añorando esos eternos días de felicidad juvenil. Sigues estudiando, pero lo haces tan sólo por el deber que tu responsabilidad te hace cumplir. Tus ganas, tus deseos, tu felicidad están en otro lado, pero ya estás suficientemente “metido” como para darte cuenta en dónde. De repente, y casi sin quererlo, encuentras que tus días sólo tienen horas de obligaciones: levantarse temprano, ir a trabajar, del trabajo a la facultad y de la facultad a estudiar un poco y luego a dormir, para repetir exactamente de la misma manera este día que ha pasado. Algo hace entonces un ruido extraño en tu cabeza. Sientes esa pequeña interferencia, que se va agigantando a medida que te permites escucharla. La interferencia se convierte en señal, la señal se convierte en sentimiento; el sentimiento se convierte en razón. Lo tienes decidido, esto no es lo que quieres para tu vida. ¡Esto no es una vida! Ya tu mente pensó por primera vez la solución: dejar el trabajo, interrumpir la facultad y dedicar el tiempo a hacer realmente lo que te gusta: mirar películas, escribir, salir a recorrer la ciudad, el país, el mundo. Simplemente disfrutar, dejar el aire correr libremente por tus venas, entregarte infinitamente al placer de las emociones, al sabor de la libertad. Preparas tu armadura con empeño, porque sabes que la batalla con los otros para que puedan entenderte será dura. Ya te sientes listo, es el momento de dejar de pensar y empezar a actuar. Y de repente, sientes el impacto dentro, como si toda la IRA de la Naturaleza atacara tu Ser, dejando agobio, desolación y tristeza a su paso. Te sientes vencido, derrotado, impotente ante lo que ya sabes que está por llegar. La sacudida te hace despertar del sueño y sólo escuchas decir, a los gritos: “¡¡¡¡¡ES CACA, NENE!!!!!”.
            La verdadera “adultez” ha llegado. El fruto de los sentimientos ha ya madurado, y se ha desprendido de su árbol que tan firmemente lo sujetaba para simplemente ser libre, dejar que la misma naturaleza lo lleve al que será su verdadero destino: tal vez hacer disfrutar con un mordisco toda la dulzura y el placer que tiene para brindar; tal vez a pudrirse con el pasar de los días olvidado, sin que nadie lo recoja. Sea como sea, lo cierto es que ya no hay voz más que la mía que me grite; ya nadie me dice que tengo que hacer; ya nadie me dice que tengo que decir; ya nadie me dice qué tengo que sentir; ya nadie me dice cómo debo hacerlo. Y aún recuerdo como si haya sido recién hace 6 meses la última vez que la escuché, terrorífica y sumida al pánico que me gritaba una y otra vez, al ver que estaba a punto de emprenderme en un viaje a encontrar mi verdadero lugar en el mundo, dejando a todos y a todo de lado, sin importarme nada para arrancar nuevamente desde cero. La fortuna estuvo de su lado en esa batalla, porque grande fue su victoria. Pero hoy, con el tiempo, me he dado cuenta de que el triunfo en realidad fue mío; la guerra ha terminado. Sin darme cuenta he encontrado mi lugar en el mundo, que es aquí mismo en estas palabras. Sólo paz escucho en mi cabeza, sólo el fluir de mis sentimientos por el río de venas que recorren de punta a punta mi anatomía. Vos, en tu vida, en tu día a día: ¿Crees que has podido ganarle la guerra a esa voz? ¿O sin querer asumirlo aún te das cuenta que constantemente fluye a través de vos, clara y concisa y te dice “¡ES CACA, NENE!”?

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