LA ILUSIÓN DE LA RAZÓN


               LA ILUSIÓN DE LA RAZÓN

Filosofar. Cada vez que pienso en esta palabra, lo primero que se me pasa por la cabeza son “Los Pitufos”. No me pregunten por qué, porque no sé la respuesta (había un pitufo filósofo, ¡¿no?!). Después, casi simultáneamente con mis entrañables amigos azules, pienso en Harry Potter y su piedra filosofal. ¡Qué nombre de mierda para un libro y/o película!. ¿Qué significa eso? ¿La piedra piensa y luego existe? ¡¿Acaso pasa sus horas teorizando y polemizando con el vacío sobre la mismísima existencia del ser humano y todo lo que lo rodea?! Vi la película hace bastantes años y ya ni recuerdo el sentido que tenía, pero era algo así como que este objeto inanimado (pensante) tenía poderes especiales que eran usados por magos y bla bla bla…Pero luego, cuando caigo en lo que estoy pensando, me pregunto si el hombre como Ser tiene esa capacidad, la de filosofar, o tan sólo unos pequeños privilegiados son los encargados de abstraerse en el mas significativo sinsentido para divagar y tratar de entender él por qué de los porqué. Me pierdo en lo mas profundo de mi mente y analizo si yo razono, “hago filosofía” o simplemente pierdo el tiempo en pelotudeces (según mi ex psicóloga –¿debería ser ex?- yo dedicaba mi tiempo a una rumiación  del pensamiento; algo así como torturarme constantemente y quedarme solo en la idea, alejado totalmente de la acción…y la historia se repite de nuevo). Y de repente caigo, vuelvo a mi, si es que alguna vez me he encontrado allí. “¿Estoy razonando, o por lo menos lo intento?” “¿Será correcto mi método lógico-deductivo porque siento que hago lo que la mayoría no o simplemente soy un pelotudo que se ahoga en un vaso de agua tratando de aprender a nadar cuando los demás usan salvavidas?”. Como sea, esto me da la posibilidad de invitar a formular las siguientes preguntas: ¿Puede el hombre razonar?  No será que quienes nos definen como seres racionales en verdad están sobreestimando esa capacidad “innata” del Ser Humano y no se dan cuenta que la razón es al hombre lo que mover el rabo es a un perro? ¿Hay un límite para el razonamiento o el mismo es infinito? ¿Nos da derecho la razón de sentirnos una “Especie superior”?
            Puedo asegurar que no cuento con el bagaje intelectual y el conocimiento suficiente sobre el tema para poder responder estas preguntas. No me ruborizo al afirmarlo; conozco al pasar y muy superficialmente algunos conceptos y teorías sobre el caso, pero nunca fui (ni intenté serlo) un ávido lector de filosofía. Algún que otro texto en la facultad y mi ya íntima amiga “rumiación” (a partir de ahora las comillas para personificarla un poco) son las únicas herramientas con las que cuento. Llego hasta acá habiendo construido solo un camino que tan sólo (y remarco el SOLO) yo transité y por el cual espero poder seguir transitando mucho tiempo más.  Tampoco pretendo escribir VERDAD sobre el tema, sino que mi objetivo último es difundir profundización en nuestra realidad, incentivar el debate y la reflexión y porqué no despertar alguna que otra mente perezosa e inexperta en estos temas. Si hay algún erudito leyendo, lamento decepcionarlo al encontrarse con estructuras argumentativas tan débiles y simplistas; poca creatividad y un desprolijo y burdo estilo maquillado con toques de ironía. Pero, en mi defensa, y lo vuelvo a repetir, solo cuento con armas que yo mismo forjé: un cuchillo desafilado y oxidado y un escudo de plástico. Esto es apenas el despertar de una bestia que estuvo mucho tiempo dormida.

            Pero: ¿qué me lleva a querer debatir, difundir y reflexionar sobre el razonamiento humano? A quien me conoce bien (cric cric – cric cric) sabe que esa respuesta se encuentra en nuestra realidad, en el día a día, en las penumbras (como bien negativos que nos gusta ser) a las cuales se va arrastrando nuestra sociedad. Sociedad de la cuál nos enorgullecemos al afirmar “superior”, “evolucionada” y/o “perfeccionada” que nuestras predecesoras y de la cuál me encargaré, en lo posible, de desmitificar. Ya profundizaré nuestra actualidad más adelante. Más antes que eso me gustaría recorrer muy superficialmente la historia misma del “razonamiento humano” (no busquen nombres, fechas ni culturas porque no se encontrarán en este texto).  Pues resulta que hace muchísimos, muchísimos años, unos señores, en sus tiempos de descanso entre orgía y orgía, se dedicaban a analizar, sentados en su mecedora tomando un rico jugo de arándanos mientras veían a sus esclavos labrar la tierra, sobre su propia existencia. Para los que todavía no cayeron, estos señores se los conoce también como Griegos.  Aparentemente estos hombres, intentando resolver como debían actuar, buscaban la forma de relacionar la naturaleza, la sociedad y el Hombre; y de decidir cuál era la mejor combinación posible para actuar adecuadamente. La cuestión es que entre tantas teorías que resultaron, se llegó a la conclusión de que el hombre era el único ser vivo capaz de reflexionar sobre su propia existencia, de crear estructuras de pensamiento lógico formal (lenguaje, escritura, etc) y de modificar y transformar su propio entorno (el animal salvaje tan sólo se dedica a usar los medios que la naturaleza le brinda para su subsistencia; el hombre los transforma y los perfecciona a su antojo, dicen –por ejemplo, un animal usará una rama para cubrirse de la lluvia y que le sirva de abrigo; el hombre transformará esa rama en un techo, en una casa-). A esta capacidad aparentemente innata del hombre, se la llamó con el correr del tiempo “razonamiento”. El hombre era un ser dotado de razón. Era un Ser Superior.
            Cuando hubo acabado-se el debate referente a la razón, se empezó a reflexionar desde cuándo el hombre como ser vivo, en su existencia, era capaz de razonar. Otra vez, y como en todos los temas que surgieron, surgen y surgirán, aparecieron varias teorías tratando de imponer su verdad. “Pienso, luego existo” sostenían, abanderados por un muchachote llamado Descartés (¡este me lo sé, por eso lo nombro!), los que daban a la RAZON una cualidad más, innata -al igual que la respiración o la reproducción- del Ser humano. “Existo, luego pienso” se quejaban los materialistas. ¿!¿!Cómo es posible plantear la existencia de una cualidad de un ser sin siquiera estar materializado el mismísimo ser!?!?   Y así, por un largo periodo de tiempo se polarizó la cuestión. Hasta, obviamente, hace unos años, cuando una tercer corriente (de entre tantas otras que no tienen mucha “repercusión”, representada por los nuevos intelectuales cool (también llamados posmodernos), decidieron que en realidad “existo, nunca pienso”. Sé que muchos se sentirán identificados con esta nueva postura; ¡y no se asusten! No son un bicho raro, lamentablemente la mayoría de la humanidad cumple a rajatabla esta fatídica premisa. Básicamente, se trata de un materialismo eXtremo en donde el objetivo máximo es que el hombre se dedique a pensar tan sólo y exclusivamente a su propia realidad, a su propia materialidad siempre en pos de estar seguros que esa propia materialidad sea mejor que la de los demás. Individualismo salvaje. No está de más aclarar que el patrón mismo, el fin y medio, el juez y parte de esta lógica es el dinero, símbolo y representante póstumo de la superficialidad, la banalidad y el egoísmo (solo YO debo y puedo recolectar MI propio dinero para asegurar MI existencia; los demás, ¡que la sigan chupando!).
            Y así, muy simplificada, vaga y posiblemente incorrectamente les muestro cómo es que ha evolucionado el “pensamiento sobre el pensamiento”. Ya habiendo dejado atrás esta aburrida (y tal vez innecesaria) reseña histórica, me gustaría profundizar uno de los temas mencionados anteriormente, a saber: la diferencia entre el hombre y el animal. Y ahora cobrará mas sentido la historia, porque me pregunto: ¿y si fue mal considerada desde un principio la razón humana? ¿Si desde el vamos se hizo foco equivocado sobre la cuestión?  Partiendo de la premisa que cada uno de nosotros está preso de su propia contemporaneidad, ¿por qué no es posible afirmar que el hombre en toda su historia estuvo preso de aquello que creía lo diferenciaba, lo liberaba del más básico instinto, como es la razón, la capacidad de pensar? (¡Maldita “rumiación”, retorcido y rebuscado como siempre!)  Simplemente quiero dejar abierta la duda de que el hombre no es un ser superior en relación con el “animal” (entre comillas, ya que el hombre también lo es, pero para diferenciarlo del estado más instintivo de todas las demás especies); así como algunos tienen la capacidad de volar, otros de vivir bajo el agua, el hombre tiene la de pensar. Seremos más “complejos”, más “sofisticados”,  ¡SI! Pero no superiores…Y hasta capaz todo lo contrario, porque somos una especie que hace culto de una de sus cualidades. Es como decir “yo soy rubio, entonces soy superior porque soy rubio” (¿les suena conocido este ejemplo?) No, simplemente somos distintos a otras especies. Y me arriesgo a decir, que hasta inferiores. Porque el devenir del tiempo nos ha demostrado que somos destructivos, entre nosotros mismos como así con los demás, entonces: ¿puede considerarse alguien superior cuando está constantemente sentenciando su final? ¿Porqué no significar al pensamiento como un reflejo, un impulso más complejo? El perro “está contento”, entonces mueve la cola; el hombre tiene una rama en la mano, entonces razona. Que podamos razonar no nos distingue de otras especies. Diferencia, pero no nos distingue; ¿es clara,  valga la redundancia, la diferencia?
            Ahora, luego de la histórica y la ecologista-antropológica, toca el turno a mi fase “biológica”, pero para reafirmar lo que pienso voy a ejemplificar. El hombre se siente superior porque es racional. Racional se opone claramente a instintivo. Dicha oposición radica en que lo primero nos permite clasificar, ordenar, estructurar, crear leyes de comportamientos y, por sobre todas las cosas, vivir en sociedad (construir sociedades) que lo segundo no lo hace. ¿Pero acaso no está más que comprobado que las abejas viven en una armoniosa sociedad dividida en clases “sociales”, donde están las obreras, las recolectoras y hasta tienen su reina? (¡no vieron Bee movie acaso!). Y así puedo nombrar también a las hormigas, los castores, las vacas, las gallinas, etc. Etc. Etc. Mismo tenemos el caso de los leones, quienes tienen al líder de la manada quien toma las decisiones territoriales sobre los demás, y el cuál es elegido mediante estrictas leyes. Entones, ¿debemos cargar con una valoración tan positiva al razonamiento humano? Para mi está más que demostrado que cualquier especie tiene la capacidad de ordenar, clasificar, elegir y construir sociedades. Es decir, para mi está más que claro que cualquier especie tiene la capacidad de Significar. ¿En dónde radica la superioridad, pues? ¿En la capacidad de almacenar información y poder comunicarla de generación en generación, a través de complejas estructuras lógico-formales de pensamiento como la escritura y el lenguaje? No, tampoco. Los delfines también se comunican, los chimpancés, los pájaros, hasta un perro ladrando. ¿Y si simplemente la razón es un instinto más como tantos otros que cualquier ser vivo posee? Pensar esto me provoca desilusión, y la triste idea de que la historia toda de la humanidad es un castillo de arena. Pero puedo sobrevivir a esto. Tan solo es una herida más al EGO, que de ninguna manera me quitará el sueño, así como tampoco me motivará lo suficiente como para necesitar escribir este ya extenso texto. El problema surge cuando veo que no sólo somos seres “instintivamente racionales”, sino que este instinto-racional es en realidad lo que nos hace inferiores.


¿Por qué inferiores?  Porque  a lo largo de toda la historia de la humanidad, este instinto-razón estuvo marcado por un patrón común que lo distingue: la destrucción, la guerra y la aniquilación del otro sin motivos naturales de por medio. Y no es casualidad la aclaración de “motivos naturales”, porque cualquier especie animal que habita este planeta, o por lo menos la mayoría, utiliza su instinto animal para someter al inferior, minimizarlo y devorarlo, pero justamente la motivación misma de este instinto es la supervivencia, el comer, el defenderse ante otro al cual considera peligroso. El hombre en su historia ha estado aniquilando todo a su paso, con motivaciones propias del  interés y no de la necesidad. Con móviles puramente ambiciosos, en busca del “poder”, del “prestigio” y de la “superioridad económica”. Motivaciones por cierto que tienen su cuna en la mas mínima organización social cualquiera sea su tipo; motivaciones que nacen por y para la Razón, reprimiendo el Instinto tajantemente, ahogándolo, reduciéndolo hasta convertirlo en una simple materia de una minoría de especialistas a los cuales se los trata como locos. Es decir, sin sociedad, no hay interés, no hay motivaciones de poder, de destrucción ni de aniquilación. Pero, entonces, si estas motivaciones aparecen siempre que haya una organización social, lo mas mínima que esta fuera, y si el hombre en su naturaleza busca relacionarse con otros, los necesita ¿Esto quiere decir que el deseo de destrucción del hombre es NATURAL?
No. No quiero decir eso. Ese deseo de destrucción fue una de las maneras en que lo social se fue naturalizando (es decir, significando); la manera específica, para ser más concretos, en que la historia de la humanidad se desarrolló. Pero no la única manera posible. Quizá en sus comienzos más justificadamente la posibilidad quedó enjaulada en la arbitrariedad de la necesidad. Pero en la actualidad, y dado la enorme acumulación de “conocimientos y saber”, el abanico de lo posible se hace cada vez más amplio, por lo que el hecho de seguir eligiendo la misma forma de desarrollo, que, a saber, es la de la opresión del otro, la dominación de los no-iguales por los iguales, sólo reafirma el argumento que sostiene que la naturalidad de la razón  lejos está de hacernos una raza superior y distinguida ante las demás, sino, por el contrario, es lo que nos hace, en nuestros términos, más idiota; simplemente inferior.
Déjenme ilustrarles esta última idea con dos ejemplos, conectados entre sí, haciéndolos así casi redundantes. Partiendo de la base de que todos los seres vivos de este planeta compartimos casi las mismas necesidades básicas, y que justamente lo único que nos diferencia de las demás especies es la “necesidad” de razonar, de pensar, ¿en qué momento esa “necesidad” nos convierte en superiores y mejores? Como habrán visto en este texto estoy tratando de “relativizar” la supuesta “superioridad”, mostrando justamente la posibilidad de que esa diferencia nos haga hasta inferiores. ¿Cómo llego a esta posibilidad? Imaginando. Imaginando cuál habrá sido “la primera vez que…” de todo. Y remontándome al inicio de todo, al momento cero de que el Ser humano dejó de ser un animal para convertirse en Hombre, y siempre siguiendo la linealidad de la historia, encuentro así a la Razón, es decir, la capacidad de significación de una comunidad de individuos en un tiempo y lugar determinados, la causa única de su precisa existencia actual. Al mirar al presente con los ojos del pasado, lo único que encuentro es la fatídica tendencia de la raza humana a complejizar lo que en sus comienzos fue simple, puro, natural. Hagan conmigo este ejercicio mental. Imagínense el mundo en sus primeros cinco años de existencia conviviendo con la raza humana. Encontramos así, a un Hombre y a un León. Al mismo tiempo ambos tuvieron el instinto de satisfacer una pulsión interior, una “necesidad” que simplemente se satisfacía con la ejecución de una ceremonia de íntimo contacto físico (y bajo determinadas condiciones de movimientos y posiciones y etc., etc., etc.) con su pareja de opuestos Hembra/ Macho, Macho/ Hembra (no niego la posibilidad de que ya en ese entonces existiera la combinación Macho/Macho, Hembra/Hembra). Así, tanto Hombre como León, al convertir en hábito esa necesidad, siempre terminarán buscando a una hembra para penetrarla y satisfacer así ese deseo (las Hembras buscarán ser penetradas por un Macho). Esto está perfecto y creo fue de fácil entendimiento para todos. Ahora, habiendo pasado no se cuantos miles de millones de años, miro al León y veo que sigue movilizándose de la misma manera: ante la misma necesidad interior específica (llámese por la Raza Humana “deseo sexual”), misma  manera de satisfacción (“cualquier Hembra es refugio contra este fuego”). ¿Y el Hombre? Bueno, mirando al hombre me tardo un poquito más. Es que entre el inicio de la necesidad y su futura satisfacción (si es que alguna vez  lo llega a ser) encuentro un par de “estructuras” que hace millones de años no estaban. Me encuentro con la Familia, la Ley del incesto; la heterosexualidad, la homosexualidad; el sexo, ciertas concepciones del amor, la pareja, el matrimonio, la monogamia, la infidelidad; el sida, el aborto, los anticonceptivos; la prostitución, sus “trabajadoras”, la generalización del concepto de “trabajadoras” a quienes no ejercen una actividad económicamente lucrativa con su utilización; la norma reguladora de lo estéticamente placentero y lo no estéticamente placentero, las cirugías, las siliconas, los músculos, las medidas; la moral, la inmoralidad y sus utilizaciones; lo salvaje contra lo civilizado; lo bruto, lo educado; etc., etc., etc., etc.; en definitiva, toda una serie cada vez más infinitas de concepciones que el Hombre debe tener en cuenta antes de poder satisfacer su necesidad más básica como es su llamado “apetito sexual”. Simplicidad versus complejidad. Bestia contra Hombre. Entonces: ¿Dónde se encuentra la superioridad en el hecho de anteponer una serie innumerable de concepciones básicamente innecesarias ante (y en pos de) ir reprimiendo cada vez más ese básico instinto que el Ser Humano posee, y que no es más que una de las verdaderas causas por las cuáles habitamos este planeta, que es la de reproducirnos, la de disfrutar el verdadero placer que su forma nos provoca? Es como si la Razón, el racionamiento, la capacidad de pensar hiciera decir al Hombre: “Ay, mira esos Leones que sólo piensan en coger; no podrán entender jamás lo que es Amar a alguien y poder hacerle el Amor dulce y relajadamente a una hembra, a sentir el roce de su piel con la propia, ha besarla y a acariciarla como si fuera el único manjar sobre la tierra; nunca podrán entender que de esta manera se encuentra el verdadero placer en algo tan bajo como es la necesidad de reproducirnos.” Y, el León, con su simple no-razón, con su pura instintividad al palo, dijera: “¡Mirá que pelotudos estos tipos la vuelta que tienen que dar para echarse un bueeen polvo!”. A lo que quiero ir con este “inmoral” ejemplo es a que al Ser Humano, ante la primer y más básica necesidad (cualquiera sea su tipo), le nace otra, le surge un bonus track: el de entender el acto en sí, el de necesitar poder controlarlo, el de necesitar darle sentido a esa necesidad, el de codificarlo a su entendimiento, buscar las razones, las lógicas que lo dominan, sólo para así (y bajo una forma específica determinada; arbitraria) poder llegar a la conclusión de que esa necesidad es placentera.  Si ante un mismo problema, una raza llega inmediatamente a la misma solución/ conclusión que otra que tardó bastante tiempo más: ¿Cuál sería entonces la “superior” y cuál la “inferior”?

El otro ejemplo que quería comentarles (mucho más corto que el anterior, espero) es el de la “acumulación del conocimiento”. Hoy en día, la Raza Humana se enorgullece al afirmar que la forma de Sociedad actual es la que posibilita a grandes pasos el gran desarrollo (entiéndase desarrollo como superación, como encontrarse en un lugar más elevado y completo que el anterior) de la Ciencia (Madre única de nuestra seguridad y perpetuación como Especie); es la que nos permite decir que nos encontremos en el estadío más alto, en la plenitud de “la Razón” como componente de la humanidad. En otras palabras, se está afirmando que hoy somos mucho más completos y “mejores” (superiores, desarrollados, elevados, civilizados, etc.) porque llegamos a un desarrollo técnico y tecnológico impensado millones de años atrás. Pero, me atrevo a preguntarles: ¿Es tan así? ¿Recién en estos últimos dos Siglos se produjeron los inventos más importantes para nuestro desarrollo como Seres Humanos (y léase que hablo de Seres Humanos y no de Sociedad)? Les pido mis más sinceras disculpas si los desilusiono al decirles que NO, que esa creencia es, a mi entender, absolutamente incorrecta. Hoy en el pedestal del avance y del triunfo de la razón se encuentra, por ejemplo, Internet. Ahora, ¿la web tendría la importancia y la grandeza que hoy tiene si a alguien no se le hubiera ocurrido inventar la computadora, y a su vez si alguien no habría inventado la mecánica, la manipulación de metales, la codificación de información, el lenguaje, y así sucesivamente hasta llegar a la primera persona que se le ocurrió tratar de buscar mediante quién sabe que estrategia, la atención de otro de la misma especie? Lo que trato de decir es que el supuesto “avance” que hoy encontramos, no es más que un perfeccionamiento de ciertas técnicas y tecnologías que ya poseíamos; de la mezcla de varias disciplinas e inventos; nada “originalmente” superador. Es a medida en que uno hace una retrospección en la Historia cuando se descubre que mientras más lejos en el tiempo de la actualidad nos encontremos, mayor importancia y relevancia tuvo el invento. La sofisticación y la complejidad no hacen a la importancia y a la superioridad como raza. Para mi, utilizó más magistralmente la razón el que tuvo la necesidad de esconderse en una cueva para no sufrir las consecuencias del clima que el que desarrolló una casa. Tuvo más importancia el que instintivamente tuvo la necesidad de compartir sus experiencias con otro que el que inventó el abecedario. En esos ejemplos primitivos se encuentra en su máximo esplendor el uso de la Razón como capacidad innata del Ser Humano; el antes mencionado “instinto-razón”. La Razón de la cuál hoy nos enorgullecemos de poseer no es más que una concepción utilitaria al tipo específico de Sociedad que el Hombre ha construido en su devenir, y es una manera muy específica y limitada de entender a la verdadera Razón humana. Vuelvo a aclarar para que quedo claro (y valga la redundancia) que NO es la única manera posible. Con todo esto, vuelvo a preguntar ¿Acaso depender de los verdaderos grandes inventos de millones de años anteriores para construir nuestro hipotéticamente más completo desarrollo Científico, mostrando de esta manera que en realidad no hay originalidad, no hay creatividad y no hay iniciativa, nos sigue haciendo superiores?, ¿O simplemente deja en manifiesto la inferioridad que caracteriza a este específico modo de desarrollo?
A lo que el verdadero desarrollo científico nos ha llevado simplemente es a re-significar significados que significaban más simplemente un objeto en particular (el primer objeto significado por el Ser Humano en su historia como Ser, debió ser casi con seguridad el objeto “Instinto”), teniendo está manera particular de desarrollo “Humano” un único resultado, que es nuestra actualidad, nuestra contemporaneidad. Pero más arriba comentaba que nos encontramos en un punto en donde  la Razón (es decir, la historia y evolución del pensamiento humano) actual es una manera muy específica y limitada de entender a la verdadera Razón Humana. Por ende, lo que estoy queriendo decir es que esa manera particular de desarrollo humano con un único resultado (que es la actualidad), y en base al gran abanico de significados y “modos de entendernos” que hemos logrado si desarrollar, se a convertido en realidad (“dialéctica” de por medio) en nuestra mayor esperanza para re-significar nuestra propia Razón, posibilitando de esta manera un entendimiento (entendiendo a este como el resultado de una significación particular nueva) más “natural” y no tan “racional”.
Esta nueva forma de significar que he adquirido y que en definitiva estoy tratando de volcar a letras en este texto, generando así un nuevo discurso social que debe ser analizado para encontrarle sentido,  me lleva a dos posibles conclusiones (que en mi interior no son posibles, sino que son ciertas), a saber: la primera,  es que nos encontramos en aquella fase del desarrollo de la humanidad en donde vamos a empezar a entender y a ver materializada en “nuestras realidades” aquella lucha por el sentido que Antonio Gramsci supo vislumbrar y reconocer en un lugar y en un tiempo incorrectos, dejando de lado esa fase del desarrollo de la Razón Humana en donde el sentido era dado por la materialidad “inmaterial” de la vida (lo que comúnmente puede denominarse como “lógica capitalista”, es decir, aquella en dónde la Vida sólo es definida por la cantidad de objetos “Valor” contraídos por el Individuo), pasando a “materializarse” ya no la “lucha de clases sociales”, sino la “lucha de sentidos de la existencia” producidos por los mismos individuos; estamos en los orígenes, en el germen mismo de lo que será la “Revolución del Sentido”. La segunda conclusión a la que llego, que al mismo tiempo es la que vendría a posibilitar este cambio que concluí recién, es que ya es necesario dejar de pensar al Hombre como ser Racional, con Razón, con capacidad de pensamiento. Creo que va a ser más que necesario empezar a entender al Hombre, al Sujeto, al Individuo, al Ser Humano, a la masa de energías circulantes, o como prefieran llamarlo (y, en definitiva y por esta misma razón, empezar a entendernos nosotros mismos, en nuestra propia individualidad, como “Seres Humanos”), como un Animal más del reino de la Naturaleza que tiene una manera particular (también llamada proceso de inteligibilidad socio-cognitiva del mundo o “mediación”) de significar. Es decir, todo esto me lleva a pensar que el Ser Humano no es un Ser Racional, sino, por el contrario, un Ser extremadamente Significante, debiendo entender este “extremadamente” en realidad como un Ser que posee un sexto sentido que posiblemente ningún otro Ser posea, que es el sentido de Significar su propia Significación. Es de esta manera que para mi se acaba aquella simpática Ilusión de la Razón.


                                              
Leandro Carlos Ivancovich.

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