domingo, 18 de julio de 2010

UN SUEÑO

Vivir la realidad y soñarla. Dos caras de la misma moneda. Los Seres Humanos tenemos la capacidad de interpretar los hechos que se nos presentan ante nuestros sentidos, así como también imaginarlos. La delgada línea roja más clara dónde podremos distinguir estas realidades paralelas es en el mundo de los sueños. No es casualidad que un gran teórico de nuestros tiempos haya detectado que los sueños pertenecen al campo de la manifestación inconsciente de las personas. La conciencia, según esta lógica, estaría dada por todos aquellos momentos que podemos hacer tangibles con nuestros sentidos. Lo inconsciente es aquello que está, que existe como parte constitutiva, pero que no se manifiesta salvo en contadas ocasiones. Pero siempre, aún a pesar de su fugaz existencia, son posibilidades reales. Es decir, pueden contener un grado de verdad absoluta. Lo cierto es que, más allá del grado de conciencia/inconciencia que un sueño pueda tener, siempre deja una sensación, siempre deja un resabio en nuestro comportamiento. Soñamos y algo cambió, así sea por unos segundos, unas horas, unos meses o para siempre, alguna reacción ante esa “manifestación inconsciente de sentido” nos brota. A partir de estas sensaciones es que empezamos a clasificar los tipos de sueños: pesadillas, “reales”, felices, tristes, y así sucesivamente. Pero siempre hay un patrón más de clasificación que excede todas las clasificaciones: hay días que tenemos sueños buenos y hay día que tenemos sueños malos. Dentro de estos últimos, se podrán encontrar a aquellos que, al pasar fugazmente por nuestra memoria, al dejarnos marcados la huella de su paso, nos hacen sentir tristes, desolados, melancólicos. Quizá ausentes, vacíos y sin esperanza. Esta clase de sueños son los que seguramente nos determinaran un muy mal humor en el día futuro a afrontar. Soñar con alguna pérdida, con alguna sensación de encierro, de caída o derrota nos afecta lo suficiente como para “ensuciar” nuestra conciencia. Pero, vaya a saberse a fortuna de qué, también existen los sueños lindos; aquellos que nos dejan degustando el sabor del bienestar, de la felicidad, de la dicha. Quizá estos puedan ser los más irreales y fantasiosos o tal vez se escondan en la más probable realidad. ¡Pero cuanta alegría sentimos al recordarlos! Son, en definitiva, los sueños que nos empujan a seguir adelante, a luchar por nuestra realidad, por nuestra existencia. Son los que nos permiten atesorar las esperanzas necesarias para pasar el temporal de nuestra realidad sin ser afectados. Y, mientras más cerca de la realidad se ubiquen, más ánimo y ganas nos inyectan. Quizá aquí se esconda la lógica de la psicología humana, y sinceramente no me importa. Lo único que me importa en este momento es contarles que yo, hoy, tuve uno de estos sueños lindos, que se podrían encontrar fácilmente en la realidad si uno hace lo que sabe debe hacer. Hoy soñé que me decías que me amabas. Y, lo mejor, fue simplemente un sueño.

No hay comentarios: