domingo, 16 de mayo de 2010

¡ES CACA, NENE!





La inmensidad del cuarto te deslumbra. Miras de aquí para allá, anonadado, con la mirada perdida en el infinito de esa habitación. Te sientes disminuido ante la gigantez de esa pared blanca enfrente de tu oprimido Ser. La recorres milímetro a milímetro con la mirada, de arriba abajo, sin perderte el más minúsculo detalle. Y de repente, tus sentidos se alertan, tus enormes ojos pardos se vuelven planetas ante tamaña tentación, la adrenalina fluye disparada por tus venas. ¡Es que ahí está!, a tan pocos centímetros de vos, esa brillante cajita de plástico con dos infinitos agujeros negros en el medio. Sabes que hay algo ahí que vive, porque ves a todos los integrantes de tu familia poniendo cosas y ves como estas hacen bochinche de las cosquillas que eso les produce. No puedes aguantarte más, tu cuerpo ya empezó a movilizarse: mano y rodilla izquierda primero, pero luego perdiendo terreno ante el avance del ala derecha de tu cuerpo, una y otra vez sucesivamente hasta que te encuentras ahí, a tan solo milímetros de experimentar esa magnífica experiencia que tanto deseabas desde hace meses. Te encuentras tan hipnotizado por ese objeto, que todos tus movimientos se realizan en cámara lenta. Sientes como tu brazo se levanta muy lentamente, y a medida que se separa de tu cuerpo notas el quiebre de tu muñeca que deja al descubierto el enorme esfuerzo que realiza tu dedo índice para acercarse cada vez más a uno de esos agujeros. Estás ahí, milímetros tal vez de tu más placentera aventura, ya sientes el roce de tu piel con el plástico, tu sonrisa se escapa de tu boca de la alegría que esto te genera, y, de repente...

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