domingo, 16 de mayo de 2010

LA CHICA DE LA PLAZA




Reinaba la chatura en aquel Domingo 14 de febrero, y la cada vez más manifiesta sensación de encierro tras una noche de sábado en soledad y una mañana demasiado aprovechada, hacían de la tarde aún más fastidiosa. No fue sino hasta que salí al patio y comprendí que las condiciones climáticas eran realmente excepcionales, que empezó a despertar en mí un aire de aventura. Y pensar en Aventura me remite casi inmediatamente a esas tan largas pero penosamente escasas tardes adentrándome a lo desconocido en las lejanas sierras de San Luis con mi amigo Adrián. Y con ese recuerdo comenzó a despertar en mi interior la maravillosa sensación de sentirme explorador nuevamente: escalar con la fuerza de la intriga esas pendientes que se levantaban ante mi pie, apreciar con plenitud esas hermosas tierras vírgenes para mis sentidos, dejar correr esa suave pero al mismo tiempo terrorífica adrenalina al encontrarme cara a cara con algunas de esas especies que las películas nos hacen ver como “villanas”. Sin pensarlo dos veces, decidí que lo que quedara de esa maravillosa tarde la pasaría explorando mi, hasta ese entonces, desconocido barrio.

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